martes, 8 de enero de 2008

Cronopio en la prehistoria

Un cronopio le encargó a un fama la invención de la rueda.

-Ya es hora de que inventemos la rueda, porque van a ser muy lindas -dijo el cronopio (por supuesto, de forma prehistórica).
-Y muy útiles -acotó el fama. Pero el cronopio ya no lo escuchaba porque estaba muy ocupado papando moscas gigantescas y prehistóricas (o sea, gigantescas).

El fama salió corriendo, entusiasmado, hacia su caverna-taller (que no es como se la imaginan).
A la semana (¿de 7 días? ¿8, 9? ¿acaso importa?) volvió con una rueda per-fec-ta-men-te redonda y con un hueco en el centro (por supuesto). El cronopio la miró azorado durante un largo rato.

-¡Es muy redonda! -espetó- Así no sirve.

El fama no entendió la objeción, pero el que mandaba era el cronopio (porque a él se le había ocurrido inventar la rueda), así que volvió a su taller y, ya un poco menos entusiasta, convirtió su artefacto de radio único en otro de múltiples radios. Ya había pasado otra semana. Cuando el fama apareció ante el cronopio con su óvalo con hueco en el medio, el cronopio lo miró nuevamente durante largo rato (no tanto como la vez anterior).

-Te felicito, está mucho más linda, pero sigue siendo muy redonda -dijo el cronopio inventor.

Al fama ya no le gustó el proyecto y renunció, de bastante mala gana.

-Pero... -dijo el cronopio.

Sin embargo, luego de meditar un rato, agregó:

-Pero...


Subtítulo: Encuentro entre el cronopio y el fama en casa del fama.
Cronopio: -Fama bueno, fama generoso: ¿me prestas tu martillo y tu cincel?
Fama: -Sí.
Fin del encuentro entre el cronopio y el fama en casa del fama


Capítulo VI
Momento crucial: invención definitiva de la rueda.
El cronopio tardó varios días en aprender a usar el martillo, otros tantos en aprender a usar el cincel, y muchos más en aprender a usar el martillo y el cincel. Pero el esfuerzo valía la pena, la piedra se dejaba manejar; cooperaba con el cronopio sobremanera.
A la semana (sean los días que sean) la obra estaba terminada.
El cronopio estaba tan contento que bailó tregua y bailó catala durante por lo menos dos semanas (¿acaso unas horas?). Luego de un gran esfuerzo había llegado a tres versiones definitivas de rueda: una triangular con hueco en un borde, una cuadrada sin huecos por ningún lado y (su preferida), una completamente chata y con cerca de 28 huecos.
El cronopio expuso su obra en la puerta de su cueva y fue, feliz, a dormir el sueño de los justos.

La creatividad y la belleza habían, finalmente, vencido al pragmatismo (¡hurra por eso!). Lástima que uno de los mayores avances de la humanidad habría de esperar unos cuantos miles de años más para ver la luz (bueno, ya la había visto, ¿no? Pero no gustar).



Cronopio

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