miércoles, 2 de abril de 2008

Pululantes medias toronjas

-Ahora entiendo -dijo Fabricio- por qué rondaba de mujer en mujer sin lograr llegar nunca a buen puerto: ¡estaba buscando a mi media naranja! ¡Y ahora, por fin, la encontré!

Fabricio apachurraba dulcemente a Leticia, con gran placer, y ella se dejaba apachurrar dulcemente. Ambos estaban perdidamente enamorados. Bajo el ciprés, al pie del lago, vivían un encuentro muy romántico. Y como ambos estaban perdidamente enamorados, la velada era de ensueño.
Pero amor o no, Leticia tenía algunos cuestionamientos a las teorías de Fabricio.

-Cuando vos hablás de medias naranjas -dijo Leticia-, ¿te referís a naranjas que fueron cortadas y cuyas mitades fueron luego alejadas y escondidas una de la otra?

La respuesta-pregunta tomó algo de sorpresa a Fabricio. Tímidamente logró espetar un "Sí".

-Entonces -continuó Leticia, bajo el ciprés- ¿cada mitad podría estar en cualquier lugar del planeta?

-Ujhum... -balbulceó Fabricio.

-¿Y qué tal del universo?

-Bueno, tanto no, estoy buscando seres humanos -replicó Fabricio, ya un poco más seguro de sí mismo-. No sé todavía de nadie que haya salido del sistema solar. Busco seres humanos y, por supuesto, del sexo opuesto.

-Bueno, bueno -tono ofuscado de Leticia-. Limitemos nuestro "análisis" al planeta Tierra. Ahora, mi pregunta es: ¿alguna vez viviste en otra ciudad?

-No...

-¿Alguna vez fuiste en búsqueda de tu "media naranja" a otra ciudad?

-Nooo...

-¿Te das cuenta de lo inmensamente bajas que son las probabilidades de encontrarla en tu misma ciudad, incluso país?

-La verdad, nunca lo había pensado de esa manera. Pero, de todos modos, no conozco a nadie que haya ido a buscarla a otros países, al menos no de forma premeditada.

-¡Vos podrías ser el primero! ¡Dale, animate! ¡Jajajaja! ¿Por qué no empezás por Indonesia? Me parece un buen lugar para emprender tu larga (sí, laaaarga) búsqueda.

-Callate, tonta, cortala con eso.

-Bueno, es tu teoría, no la mía. Tengo derecho a burlarme.

Los dos se abrazaron (aunque ya estaban abrazados) y la cosa acabó ahí. Sin embargo, Fabricio se quedó pensando.


Al día siguiente, Fabricio se levantó a las siete y cuarto. No porque tuviera ganas, sino por causas laborales. Horario comercial, que le dicen. Se higienizó, se peinó, se vistió, se preparó un café... y mientras tanto, su cabeza rondaba por otros lados, en extrañas elucubraciones.


FInal 1 (el de mentira)

Eran las ocho menos cuarto y Fabricio todavía no había salido de la casa. Luego de largas deliberaciones y luchas internas, decidió que no podía seguir parado en ese punto muerto. Agarró el portafolio y se dirigió a la puerta de calle. Abrió la puerta de calle. Se quedó un instante parado allí. Un instante... un instante... un instante...

Volviendo hacia la pieza, dejando el portafolio, acostándose en la cama.
Rato después, armando un bolso.
Se dirigió a la puerta de calle. Abrió la puerta de calle. Se quedó un instante parado allí. Un instante... un instante... un instante... y partió. Tal vez, Indonesia sería un buen lugar para comenzar.


FInal 2 (el de verdad)

Eran las ocho menos cuarto y Fabricio todavía no había salido de la casa. Luego de largas deliberaciones y luchas internas, decidió que no podía seguir parado en ese punto muerto. Agarró el portafolio y se dirigió a la puerta de calle. Abrió la puerta de calle. Se quedó un instante parado allí. Un instante... un instante... un instante... y partió.
Camino del trabajo, compró cigarrillos. En el local había un telecentro (por eso había entrado en realidad). Pidió una cabina y llamó.

-Hola, ¿Leticia? ¿Cómo andás, mi media toronja? ¿Sabés que te amo, no?...

Hablaron un rato más (Leticia no entendió eso de la media toronja).