Generalmente, los cronopios desalados nos volcamos a imitar a los famas, ya que andan luciendo panza por casi, casi, todos lados. Sin alas y con miedo, sacamos panza igual que ellos. Y planificamos, tratando de arreglar, sin o con muy poca experiencia, nuestros mundos ahora, también, inmóviles y desalados.
Por suerte muchos saben que, con ayuda, las alas vuelven a crecer. La ayuda es generalmente dada por un par alado, que entiende que fuimos heridos -por todos o por nadie, por la vida o la muerte-. Entiende que teníamos alas y que esa es nuestra naturaleza, y por saberlo esto se sienta a nuestro lado, canturreando, aún si estamos ariscos o gruñones y, como sin querer queriendo, con su cancioncita nos cuenta su sueño alado, suavemente, muy bajo, para no despertarnos muy rápido. Su voz sólo crece y se transforma en canto de victoria cuando de nuestras espaldas ajadas se despierta, nuevamente, el sueño que nos hace volar.
Cronopia.