Y cada vez que miramos
el cielo ahí estuvo Venus para nosotros.
Y mirá que lo buscabas...
Y cuando lo encontrabas,
despojado de otras luces
me lo entregabas.
Disculpame, excusame,
hasta hoy caigo en la cuenta
de tus mensajes celestes:
me escribías en el cielo
tu silencio de palabras
(mis silencios se perdían en el silencio
¿no es tonto arrojar agua al mar
y no es hermoso, en cambio, hablar con tinta de estrellas?).
Venus siempre va a estar para nosotros,
aunque a veces no esté, aunque se va,
aunque la Diosa se oculte en la niebla del tiempo
(¿No es cruel a veces la niebla del tiempo?).
Tus palabras me llegan desde él (Venus)
y me cuentan lo que ya sé, lo que siento: cómo ella (Venus)
nos arropa,
nos cobija,
nos invita a sumergirnos en el seno de su símbolo
mientras cruza, envuelta en su peplo,
el cielo que reinventaste.
Cronopio y Cronopia.